Elegía imprescindible a Vidaluz Meneses

Y el Amor ganará.

Tú deja que tu sueño mane tranquilo.

“Canto fúnebre a la muerte de Joaquín Pasos”

         Carlos Martínez-Rivas                              

Dónde se ha escondido la niña maravillada por las historias del paraíso terrenal, la que quiso ser querubín, la que anhelaba ser santa, la que cifró su esperanza en el tránsito fugaz de una estrella

Adónde está la que se alzó sobre el dolor y el abandono, huérfana del padre y huérfana de sus hijos, la que todo lo perdió por lealtad, la que le daba sustento vivo a la palabra

En qué universo teje su sueño la que moría íntimamente cada día dando a luz a la otra que buscaba su destino infinito de persona

Dónde está la que edificó sobre roca firme la utopía del Reino en la tierra recobrada

La que vivió apegada a la verdad y ajena al brujuleo del poder, que le negó la dignidad del rango y el lugar que merecía

La que fue despojada de su herencia y escamoteada su casa

La que supo leer los signos que el corazón le advertía, y anticipó el derrumbe del Reino minado por la codicia

En dónde sigue amando con terca certidumbre la que se daba entera por amor y recibió en cambio mezquindad

Dónde, la que fue gacela, cisne de grácil cuello, la que izó velas contra el filo de la vida y surcó las aguas en la búsqueda de un canto 

La que hizo de su canto el pan de todos ¿en dónde está?

Bajo la tierra que tanto amó, yace ella ahora.

Reclamo a Silvia Elena Gutiérrez


Si eras la pura alegría de vivir
¿Por qué apresuraste tu partida?

Bien sabías cuánto necesitábamos
de tu risa
fluyendo como agua fresca
en los resecos cauces del corazón

Aquella risa tuya tan única
y vivaz
que atravesaba los corredores del colegio
en ráfagas de luz
y ha de estar impregnada todavía
como eco inaudible
en las vetustas paredes de las aulas

Desde la infancia,
borrosa por las brumas de la edad
hasta esta hora triste,
nos hiciste la vida más leve con tu risa
y tu presencia vital,
más viva que esta vida de ahora
vuelta de pronto, tan árida.

La inmigrante

Se despierta extrañada

desconociendo el cuarto.

¿Adónde se fue el padre,

dónde la madre

que hace un momento apenas

la acompañaban?

¿Dónde están las palabras

de la conversación,

y el patio oloroso

después del aguacero?

Se levanta y suspira. 

Este cuarto extranjero

y la luz indiferente

de una mañana cualquiera

que la hiere.

Desde la calle

los ruidos de la vida entran.

Y el sueño queda estrujado

como un pañuelo.

Nada

Nada es ya el tiempo que me queda

porque mucho he vivido.

Hubo días, no lo niego, luminosos.

El resto fue dolor y vano esfuerzo.

Lo que amé, lo perdí,

o se tornó implacable

en contra mía.

Nada espero, ni ansío.

Existo solamente

como cualquier ser vivo.

Nada tengo ni guardo,

sólo algunas memorias

muy antiguas

que en el yermo del sueño

me visitan.